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Antoni Llena: miedo creativo

ANTONI LLENA
Galería Cànem, Mayo 2009
En la obra de Antoni Llena (Barcelona, 1942) destacan las composiciones realizadas con materiales pobres y perecederos: papeles, alambres, maderas, desechos, cartones, cabellos, etc., en los que el paso del tiempo juega un papel importante.
Su trayectoria como artista empezó en 1964, cuando sus esculturas e instalaciones empezaron a exponerse, sobre todo en espacios públicos. Su primera etapa, destaca por su trabajo conceptual, que se vio interrumpida por un período de reflexión. Aunque a principio de los ochenta reemprendió su producción con pinturas de papel manipuladas, para posteriormente centrarse en obras tridimensionales.Así pues, nos encontramos ante el propio universo de Antoni Llena. Se trata de una poética de lo frágil, de lo vulnerable, de lo efímero, en un mundo que, por otro lado, no está exento -hoy día- de agresividad y violencia. Se podría decir, que sus materiales actúan a modo de actores de reparto en lo que podría ser el “drama” de la vida.
Llena presenta sus collages y esculturas en una serie de cajas o vitrinas que refuerzan la idea de microcosmos, o de escenario de teatro. Suele presentarnos un conjunto de vitrinas, dispuestas en un eje longitudinal, una detrás de la otra, que nos recuerda a una secuencia cinematográfica sin fin. Nos muestra un juego de contrarios permanente entre ruido y silencio, o entre equilibrio y tensión.


En el recorrido propio del artista, existen unas directrices constantes que se repiten una y otra vez, de forma casi obsesiva. El mismo Llena explica que en sus primeros pasos creativos se sentía presionado por la voluntad de hacer una obra, o más concretamente, una gran obra. La alternativa sobrevino cuando –según el propio artista– comenzó a realizar unas piezas de “entretenimiento”. Se trataba de unas esculturas de papel que lo “liberaban del (…) peso de la responsabilidad artística”. Afirma Llena que con ellas se sintió “aliviado”. En alguna de ellas, encontramos, a su vez, sus propios escritos con cortes e incisiones que aparecen como otro texto, que proponen una lectura plástica de la obra. Una obra que busca una simbiosis libre entre lo escrito – reflexiones sobre estética y arte – y los cortes – plástica pura.
Era efectivamente un trabajo efímero y sin trascendencia, temporal e insignificante, que le hacía superar el terror de crear, de ser artista. Estas esculturas de papel estaban hechas para ser destruidas y este hecho implicaba al azar para evadir la problemática de la creación. Y es que, hoy en día, la suerte no se caracteriza por ser traslúcida y diáfana. En la medida en que –la fatalidad- se interrelaciona cada vez más con el “yo” creador, el artista contemporáneo siente la creación como algo problemático.

Sin embargo, Llena sigue contando cómo descubrió la destrucción como acto creativo, aspecto éste que no se puede separar de las esculturas efímeras y de la problemática de la creación. Él explica que, allá por los finales de los años 70, sintió que estaba realizando un trabajo convencional que “no funcionaba” y que de pronto cogió el cúter y empezó a cortar. El corte “fue como un milagro” y ejerció instantáneamente “una fascinación mágica” en el artista. Con todo, la obra de Llena es una reivindicación de la pintura, la cual ha definido como un modo de alcanzar la realidad sin amarrarla. Plásticamente hablando, Llena hace uso de diferentes soportes que le han permitido desplazar los códigos pictóricos, es decir, usa las tijeras o el cúter en lugar del cincel, o papeles de diferentes colores que actúan a modo de soporte y materia de la obra, así como, introduce la tridimensionalidad o el volumen como fuente de color, a los que cabe sumar, fragmentos de madera o recortes de celofán cuya pobreza material despunta el difícil equilibrio que se establece en cada una de sus piezas.

La obra posterior de Antoni Llena ha ido evolucionando, pero la esencia que rodea el aura de todas sus obras es la del miedo, dicho en otras palabras, el miedo del propio artista ante la creación.
Lo que se escenifica, pues, en los dioramas de Llena, es el fantasma de la creación. Lo que se esconde tras la obra -fragilidad, vulnerabilidad y violencia- son, claramente, expresiones del miedo y de la dificultad del artista. Y resulta significativo cómo Llena llega a materializarlos en un lenguaje, cómo transforma sus temores en materia de arte.
Otro tema, que podríamos destacar en las piezas de Llena, es el de la corrupción y perversión. Y es que cualquier universo, por muy de miniatura que sea, acaba pervirtiéndose cuando transforma sus papelitos y collages en esculturas monumentales.

Antoni Llena alega que: «Se quiere explicar demasiado el arte y hay una obsesión ridícula por buscarle un significado», y remarca que la sociedad debería respetar el derecho de los individuos a disfrutar de uno de los mayores poderes del arte: «Dejarnos en suspensión, plantearnos misterios, hechos irracionales».

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