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Amparo Sard -Impasse-

Impasse nos sitúa en un punto muerto, en un camino sin salida que comienza en el 2004 con la serie La mujer mosca, en la que Sard emplea el video y el papel perforado para desarrollar un lenguaje plástico sólido y coherente pero que al mismo tiempo provoca un proceso lento que corre el riesgo de estancarse. Es decir, la angustia que provocan las dudas o el miedo por tomar la decisión equivocada se desarrolla lentamente y puede arraigarse en nosotros de manera que no podamos avanzar y nos encontremos de forma perpetúa en una vía sin salida.

Así pues, ese miedo y el dolor placentero que llegamos a sentir, casi autocompasivo, recordando los errores cometidos y los momentos antes de tomar una decisión que nunca tomamos son los temas que la artista trabaja durante este periodo.

En su obra, es fundamental la función del agua, del blanco así como del propio cuerpo que actúa a modo de piel/soporte. Con todo, la fragmentación del cuerpo va íntimamente ligada al de la imagen que se consigue gracias al efecto óptico del agua y de los minúsculos agujeros que crean una ilusión de la realidad en sus obras de papel. Por otro lado, su blancura desvela sobriedad, sutileza y perdurabilidad que contrasta con las situaciones, a veces, extremas a las que somete a sus personajes.

La artista juega con la textura que se convierte en la gran protagonista, gracias a las construcciones metafóricas que Sard subraya mediante sus series de papel.

En su obra también hay cabida al paso del tiempo que se refleja tanto en la sucesión ordenada de la serie de papel como en la narración del video, que aunque a simple vista sus técnicas parezcan muy diferentes e inconexas Sard las sitúa conjuntamente desde sus series La mujer mosca y El hombre invisible porque todas poseen un mismo hilo conductor, la narración.

En sus obras de papel se consigue una confusión gracias a la contraposición entre realidad y ficción, a la que tanto ayuda la imagen dotada de movimiento, especialmente es sus fantasías oníricas.

“Mis papeles” dice Sard, “pueden entenderse desde dos puntos de vista: por un lado los referentes ¿agua, maleta, tubo, silla, mosca, mujer…?están contando algo dentro del rectángulo definido por el papel. Algo que está abierto al mundo de la libre interpretación. Pero por otro lado está el lenguaje con el que me muevo. Un lenguaje subliminal. Un lenguaje que habla de lo bello pero sobre todo te comunica con lo siniestro. Un ejemplo lo tendríamos cuando lo que parece vivo en realidad está muerto, como ocurre con la figura de cera o los muñecos autómatas. O viceversa, cuando algo que debería estar vivo en realidad es un objeto, como pasa con un brazo amputado, por ejemplo”.

Por lo que el juego de amputaciones conseguido antes con las refractaciones del cuerpo, aquí Sard los consigue incorregibles y estáticos, cortando la visión del cuerpo con madera. Así pues, lo bello y lo siniestro se dan cita con la misma intensidad. Serenidad e inquietud se solapan a través de videos y papeles blancos perforados, desprovistos de color en los que aparecen figuras de cuidadas vestiduras o ropajes, suspendidas e ingrávidas en una actitud aparentemente serena en la que percibimos una ligera inquietud al intuir los daños sufridos a causa de una serie de decisiones erróneas o tardías.

Hace referencia al error y la confusión entre la causa y la consecuencia –sin marcha atrás-. Una vez más evidenciamos la vinculación existente entre la angustia y el tiempo (agua): el dolor-placer que se consigue mediante el recuerdo prolongado en busca de una solución o explicación.

Así que el espectador se debate entre completar la línea u observar el agujero, que a su vez, es penetración, descubrimiento, revelación y espejo que deja entrever la realidad imperturbable e invariable de cada uno de nosotros.

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