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Alejandro Mañas: Misticismo

ALEJANDRO MAÑAS

Centro municipal de Cultura de Castellón, Junio 2011.

Las telas de Alejandro Mañas son un proceso en sí, un estado, un reflejo sin una referencia directa al mundo percibido visualmente, es decir, son paisajes místicos, propios del ser humanos interior. En sus obras podemos apreciar cómo el artista se sumerge en un estado de éxtasis místico en busca de nuevas experiencias estéticas, que enriquezcan su propio yo.

Alejandro crea su propia realidad: paisajes pictóricos cuya tensión formal procede del contraste entre los espacios vacíos y silenciosos y las configuraciones dotadas de forma, entre lo positivo y negativo, entre azar y orden, libertad y control, realidad y ficción. Algunas de sus obras son totalmente enigmáticas, que se escapan de una explicación racional, aunque parecen aportar el testimonio de existencias vividas en un pasado lejano. Da rienda suelta a lo improvisto de las materias, libera el lienzo a través de manchas que se guían por el azar y la aleatoriedad del gesto, rechazando de algún modo el dibujo y el control minucioso de la concepción pictórica tradicional. Es una obra autónoma que el espectador debe interpretar libremente. Aunque, en un principio, pueda suponer un esfuerzo arduo para el público descifrar su  mundo interior, finalmente el observador se sumerge en él.

Estos paisajes místicos que presenta, a menudo oscuros, aparentemente monocromos, están atravesados por una gama de colores muy significativos. Sus cuadros parecen apartados del contexto del tiempo presente, poseen una extraña serenidad y dignidad a la vez que excentricidad y movimiento que desencadena en una reacción natural ante los enigmas del universo. Mañas deja que pincelada tras pincelada fluyan sus convicciones y sentimientos sin trabas en una energía en blanco, negro, amarillo y rojo, compuestas por formas desordenadas. Se podría decir, que fabrica signos para transmitir significados, otorgándole así un sentido trascendental a sus tramas.

 La tela se presenta ante el artista como un campo sin límites, en el que brotan paisajes desconcertantes mediante trazos cargados de expresividad. Su trabajo se caracteriza por la espontaneidad del gesto, el automatismo, el empleo expresivo de la materia, así como la inexistencia de ideas preconcebidas; la experiencia de lo no hecho hace nacer la idea. La obra misma es el lugar y el instante, la finalidad del momento se sustenta con el impass creativo. Es como si en lugar de expresar sus impulsos íntimos en el área de la pintura, ordenara inconscientemente el plano en forma de vastos paisajes expansivos, a menudo vacíos, y formas simples y generosas que han recibido una estructura desordenada. Así pues, se establece un dualismo entre blanco/negro y amarillo/rojo, identificándose con lo positivo y lo negativo, la luz y la oscuridad, la visión o la ofuscación, aprehensión visual o la negación del espacio en el que se produce. El blanco y el negro representan a lo largo de la historia del arte la negación del color. Mientras que el rojo y el amarillo encarnan el color, la luz, la pasión, el calor, la energía, la fuerza, el amor…; y nos elevan a un nivel superior de consciencia.

Mañas consigue sumergirnos inconscientemente dentro de su misticismo de manera hipnótica, donde abandonamos nuestra consciencia y cedemos el paso al silencio majestuoso, solamente interrumpido por pinceladas eléctricas que nos devuelven al aquí y ahora, y nos obligan a afrontar la realidad. Las formas penetran insospechadamente en el plano pictórico desde el interior, tienden a superar los límites y a expandirse. Combina, así, una reflexiva inteligencia con una energía pictórica y una sensibilidad vulnerable.  Gracias al movimiento que generan sus gestos circulares nos traslada a un espacio dominado y sublimado por espirales laberínticas que debido a la rapidez de su ejecución acaban convirtiéndose en manchas chorreantes, casi sangrantes. Da rienda suelta a la dejadez del trazo y al azar, a la improvisación y a la liberación sublimada del inconsciente.

La dualidad mística entre cuerpo y mente también la refleja mediante su propio cuerpo, concretamente,  a través de su rostro fotografiado, que convierte en el escenario perfecto para representar su campo de acción: actúa, destruye, reconstruye, rasga, tacha, mancha, corta… gracias a líneas nerviosas, manchas y elementos punzantes entre otros muchos elementos con los que manipula su realidad más cercana para transformarla en otra más mística e inexplorada; totalmente ajena y desconocida, pero que logra provocar en nosotros un mayor interés. Es como si a través de la tortura y la flagelación que recibe su cuerpo, analizase las tensiones que le rodean para descubrir las diferentes personalidades que le son desconocidas y que habitan en su subconsciente alcanzando así un estado de gloria, de proximidad con lo etéreo y de gracia eterna. Alejandro vive su misticismo a través del arte gracias a su pasión y fascinación por los santos y sus martirios como podemos apreciar en sus pinturas; él mismo apunta que: “después de la experiencia mística quedo como San Sebastián, como joven desnudo, atado, melancólico y con manos atadas, sin poder hacer nada. Y, cómo no, con flechas clavadas en mi corazón y mi cuerpo como las de Santa Teresa y San Sebastián que consumen mi cuerpo. No hay más hermosura de santos que ellos dos, junto con la literatura de San Juan de la Cruz”. Mañas juega con la realidad, hace desaparecer la imagen conjuntamente con la identidad que ésta forja en nuestra sociedad mediante elementos tanto banales y profanos como religiosos y filosóficos, que introduce de forma, a veces, violenta, para transformar lo racional en irracional y lo lógico en ilógico. Desata así su ‘yo’ más profundo y, con él, el halo de misticismo que nos circunda.

En Misticismo, el artista consigue plasmar sus experiencias y su modo de ver, sentir y experimentar la vida arrastrando las sensaciones a límites extremos bajo formas aleatorias para agudizarlas y transformarlas en un acto espiritual de carácter místico frente al aletargamiento profano de nuestra sociedad.

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