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Antonio Alcaraz: Vestigios contemporáneos

ANTONIO ALCARAZ

Galería Cànem, noviembre 2012, Castellón.

Vestigios contemporáneos

‘Carbó i acer, poètica d’una memòria’ es el título del último proyecto expositivo de Antonio Alcaraz, un proyecto donde se contrastan dos mundos opuestos, el industrial y el literario. El carbón primero y el acero después fueron, sin lugar a dudas, motores de nuestra industria y por ende de la economía. Alcaraz resalta en esta muestra la huella de lo que fueron “señales de poder”, como bien podemos observar en esas fábricas industriales –hoy abandonas o desmanteladas en su mayoría–. En este sentido, resulta casi imposible no asociar estas imágenes con la idea de la memoria, de rescatar ese habitar; en definitiva: re-construir espacios vacíos. Hablamos, pues, de arqueología industrial, de patrimonio (memento mortis) y de los ‘no lugares’ –porque hoy día son lugares efímeros, de paso, olivados y llenos de escombros y, desgraciadamente, poco reconocidos y valorados dentro del mundo del arte tal y como lo conocemos hasta el momento–. Por lo que, paradójicamente, el artista actúa a modo de despertador de esa memoria aletargada que existe y expiran las naves industriales.

instantáneas

Dicho esto no es de extrañar que Alcaraz se valga de la fotografía, elemeno que es capaz de llamar nuestra atención plasmando la realidad que nos rodea al mismo tiempo que la denuncia. A través de la imagen observamos una realidad que podría llegar a idolatrarse, identificarse como “primigenia” de un período en particular, una realidad que se destaca en forma de chimeneas industriales que, contrariamente a su funcionalidad, provoca en nosotros una sensación de belleza estética. Esas chimeneas erigidas con un criterio, emplazamiento y ocupación determinadas, en la actualidad bien podrían evocar signos fálicos que traen consigo el recuerdo del poder político, económico y social de la era capitalista. El propio Alcaraz comentaba en una entrevista que le realizó  Rubén Hernández: “Es una cuestión realmente curiosa. En un principio, todas esas estructuras fueron concebidas como espacio para la producción industrial, desarrolladas precisamente en las afueras de las ciudades. Sin embargo, ahora las cosas han cambiado. Muchas de ellas han dejado de dar un servicio, además de que el crecimiento de las poblaciones ha determinado que ya sean parte de la ciudad, han perdido su funcionalidad, y marcan una presencia y un significado”.

La fotografía aparece como testimonio indiscutible de nuestra historia y cultura, y en este caso en concreto como documento que se usa para dejar constancia de las huellas del pasado. Por tanto, es un toque de atención el hecho de que Alcaraz utilice este formato para reflejar el momento de “crisis” que estamos atravesando. ¿Cómo? Muy sencillo, dejando constancia de nuestro pasado. El hombre antes de abandonar las fábricas, abandonó bosques, pueblos, iglesias… no es de extrañar que a día de hoy, donde los avances tecnológicos están tan en boga, arrasen e influyan en todos los aspectos de nuestra cotidianidad, tanto arquitectónicos como culturales. Es decir, se narra una evolución mientras se deja entrever cómo las tendencias artísticas y la arquitectura subyacen, tanto a las creencias como a la tecnología.

Los espacios abandonados que observamos en las obras expuestas en la galería Cànem, respiran y nos hablan de esos espacios olvidados que una vez abandonados sucumben al poder de la contemporaneidad. Son lugares donde intercambiar experiencias entre los visitantes, donde activar nuestros sentidos que actúan de memoria. Nuestras huellas han perdurado, perduran y perdurarán a lo largo de los años. Se trata del concepto en sí mismo de lo que conocemos o más bien entendemos por vestigio, ruina, pasado, por consiguiente, de memoria que instintivamente ligamos a la idea de futuro, progreso, construcción y realidad. Casi sin darnos cuenta volvemos a la idea del “eterno retorno” de Friedich Nietzsche.

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