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Joan Callergues: la potencia frustrada o la utopía de soñar

Fuerza y textura es lo que encontramos en las obras de Joan Callergues. Unas piezas que hablan por sí mismas. Cuerpo y volumen rasgado por toques de color, manchas que brotan aleatoriamente entre objetos superpuestos creando una obra única a base de utilizar una técnica mixta.
Cartón, madera, metal, pintura, adobe y fotografía. El trabajo de Callergues recuerda, inevitablemente al gran Antoni Tàpies. Soportes peculiares que rezuman misticismo y espiritualidad y ante las cuales uno siente dolor y alegría, medita, producen sensaciones inherentes a la vida.
La obra del vila-realense podría englobarse dentro de lo que se denomina como “pintura matérica”, también conocida como “art brut”, caracterizada por la mixtificación técnica y el empleo de materiales heterogéneos, muchas veces de desecho o de reciclaje, que en su caso entremezcla con lo tradicional. Callergues busca un nuevo lenguaje de expresión artística con el que se siente cómodo y que le permite transmitir sus emociones y conocimientos. Su obra, al igual que en Tàpies, deja entrever una filosofía oriental, ya que en sus piezas se elimina cualquier frontera entre la materia y el espíritu. El hombre y la naturaleza que nos envuelve pasan a formar uno solo. La fusión es total. En este sentido, el artista encuentra la armonía en la combinación de técnicas y materiales y, el resultado es visualmente atractivo. Superposición, alineación y arbitrariedad crean unas piezas únicas donde las líneas rectas se contraponen a los círculos que enmarca y subraya el artista, como en su serieOmphalos (ombligo), símbolo del centro cósmico donde se crea la comunicación entre el mundo de los hombres, el mundo de los muertos y el de los dioses según Pausanias –su fotografía sobre madera natural acompañada de un pequeño montículo que asemeja en forma al Ónfalo de Delfos–.
Por otro lado, Callergues enfrenta el blanco con el negro, dos colores que son ineludibles en su trayectoria –en ocasiones añade pequeños toques de color (rojo, verde y amarillo)–. Juega con el significado de cada uno de ellos y los combina a la perfección. Así, la sencillez y el tratamiento más minimalista de sus obras se conjugan con la calidez de esas pinceladas de color, creando volúmenes pictóricos y contrastando texturas tanto en sus piezas como en lo que el artista llama, gravados digitales.

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Fotografía de la exposición Innocència perduda de Joan Callergues. ©Irene Gras Cruz

Los temas que trata el de Vila-real en su trabajo se centran en las inquietudes. Habla de la inocencia, del transcurso de la vida, la libertad y la ausencia de ella. Se palpa el miedo a volar pero al mismo tiempo las ganas hacerlo, algo que plasma abiertamente en su iconografía y, sobre todo, en los títulos que la acompañan Innocència perduda, També es perillós volar baixetEl somni d’Ícar o No abarateixes el somni. Todo gira en torno a los sueños y cómo pueden llegar a truncarse o a frustrarse por las circunstancias que nos circundan y que, a veces, se vuelven peligrosos e inestables. Por tanto, se puede extraer la conclusión de que Callergues habla de esperanza y potencia, busca el equilibrio; la fusión de todos los elementos y su conjunción se alinean logrando una atmósfera mágica.

INTIMISTA Y REFLEXIVO

Innocència perduda, que ahora se exhibe en El Convent, Espai d’Art de Vila-real, resulta una exposición intimista y reflexiva en torno a las aspiraciones y ambiciones, de las oportunidades y las decisiones que tomamos en la vida y el camino que escogemos.
Callergues refleja muy bien cómo, a pesar de las dificultades y de las miserias, debemos enfrentarnos a la vida. Del mismo modo, eleva cualquier material, lo ensalza y lo convierte en arte, lo embellece y logra extraer la poesía que alberga desde un trozo de madera a un metal. Casas y ventanas que representan el miedo a salir de la seguridad de un hogar –zona de confort– en contraposición a bosques sombríos en los que confiesa: “Jo també he dormit al alba”. Miradas perdidas, heridas y paisajes a través de ventanas, casas enmarcadas y encerradas y escaleras imposibles de alcanzar. Se respira inconformismo en la sala, y una incertidumbre que sentimos nada más entrar y leer en mayúsculas la frase “I was” (yo era) junto a un pincel que evoca un pasado como pintor. También hay lugar a la ironía cuando uno se adentra y encuentra obras como Muntanyes de butxaca.
Escultor, pintor, fotógrafo, Joan Callergues es artista. Ensalza la belleza de cada uno de los individuos y de los elementos que conforman la naturaleza. Además, consigue hacer volar nuestra imaginación a base de utilizar materiales precarios y transmitir un sin fin de sensaciones; un ejemplo de ello sería su escultura El pes de la basarda, a través de una escalera y una lámina de metal logra que el espectador sienta el pesar y la tristeza de esa soledad que a uno le invade cuando deambula solo en medio de la noche. También habla de energía y esperanza, y capta a la perfección la potencia y esas ganas de soñar que, mayoritariamente, se truncan antes de emprender el vuelo. Al mismo tiempo, advierte de los peligros que ello conlleva. Impotencia y pesimismo, frustración y contención…
Sus títulos son esenciales para seguir el hilo conductor de la “historia emocional” que, como conocedor del ser humano, Callergues narra a través de una obra autobiográfica en la que admite su condición humana y se identifica. Su trabajo perfectamente podría calificarse de poético. Juega y experimenta, se arriesga a contrastar y a crear volumen a través de objetos que sacraliza con el color o su ausencia. Tradición e innovación se dan la mano en esta muestra.

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