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Eduardo Alonso: Visión Distópica

EDUARDO ALONSO

Galería Coll Blanc, Espai d’Art, Septiembre 2012, Castellón.

‘Arquitecturas’ que invitan a la reflexión.

Eduardo Alonso recrea en la galería Coll Blanc un espacio limpio, transparente, puro –blanco–, sin referencias geográficas, una cartografía imposible que es intervenida con sus maquetas, blancas y rojas, “de una factura limpia que sugiere un silencio, no solo visual, sino también vivencial”, tal y como apunta Javier Buján.

El espacio es habitado por individuos aislados del resto de la sociedad, casi abandonados y desamparados ante la inmensidad del vacío. Pero al mismo tiempo, parecen sentirse cómodos y perfectamente integrados en ese ambiente casi de ciencia ficción, que nos hace pensar directa e indirectamente en el futuro. En un espacio funcional y frío, donde el protagonista se enfrenta a la “nada”, entendida como la infinitud del cosmos. Alonso sitúa a sus protagonistas en un mundo desértico en el que ha radicado toda posibilidad de convivencia y comunicación con el resto de seres humanos.

Javier Buján apunta, en cuanto a sus protagonistas, que: “Su(s) personaje(s), habitante(s) de esos ‘Días futuros’ que él bautiza como el extraño, encarna al hombre alienado (Marx) y unidimensional (Marcuse) que para Eduardo Alonso sería el habitante perfecto de esa distopía, auténtico futuro posible hacia el que puede estar caminando nuestra sociedad, inmersa en una espiral de productividad económica en la que la condición humana del individuo tiene cada vez menos importancia”.

plantear preguntas

El artista gallego comentaba respecto a su obra que con ‘Días futuros’ pretende salir de la realidad y la cotidianidad y, sobre todo, plantearse preguntas, de ahí que aísle a sus personajes para que puedan reflexionar acerca de un mañana que parece truncado. Un futuro ansiado y esperanzado pero que desgraciadamente parece que no llega, con todo, sus personajes se encuentran anclados en un punto muerto sin retorno, es decir, no pueden avanzar ni tampoco retroceder. Y es exactamente en ese punto donde el espectador se plantea ¿Y entonces qué? ¿Qué les va a pasar? ¿Qué harán? Lo que nos lleva a responder y resolver nuestras propias incógnitas.  Dicho esto, su obra cumple con su cometido al cien por cien. Es más, la tensión que crea entre el contraste de colores –blanco y rojo– consigue que la inquietud que nos provoca se acrecenté. Puesto que el rojo es un color más carnal, visceral y por lo tanto humano –vivo– mientras que el blanco nos induce a la calma, a la quietud, es decir, al vacío.

La obra de Alonso se mueve, particularmente, entre la pintura, la escultura y la instalación. Aunque con este proyecto, tal y como advierte Buján: “Eduardo Alonso utiliza las técnicas del maquetismo al servicio de la expresión artística, en un contexto de multidisciplinariedad que bebe de las artes narrativas, la arquitectura y la tradición minimalista en la que la huella manual del artista queda anulada y la interrelación con el espacio expositivo es un factor clave a la hora de mostrar el trabajo”.

introspección

El artista acomoda al espectador ante una exposición de aire fatalista que podemos apreciar al seguir la estela narrativa de sus piezas que paradójicamente, aunque se encuentren ancladas en una brecha, siempre dejan espacio para el optimismo y la esperanza, puesto que cada uno de los visitantes puede cambiar el rumbo de su propio futuro.

Dicho esto, la exposición es, en definitiva, un viaje de introspección en el que el espectador irá descubriendo cómo afrontar el abismo al que nos avocan las circunstancias socio-económicas que golpean y empujan a precipitarnos en nuestra cotidianeidad.  Alonso anima a reflexionar sobre cómo queremos que sea nuestro futuro porque de nosotros depende.

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