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Lee Bul: el reflejo de una mujer contemporánea comprometida

Lee Bul es hoy una de las figuras del arte surcoreano contemporáneo más reconocidas internacionalmente. Inició su trayectoria artística en los años ochenta y poco a poco se ha ido consolidando en una de las artistas más importantes del siglo XX y XXI.

Su obra está a medio camino entre la arquitectura, la escultura y un laberinto compuesto por un gran número de espejos que recuerda a los caleidoscopios, deleitando al visitante en el juego de la percepción óptica del que se obtienen visiones parciales o distorsionadas de la realidad. Bul recrea la sociedad que nos rodea a su manera: “Tenemos un enfoque fragmentado, y de una sociedad actual en tensión y en un proceso de reconstrucción constante”. La mayoría del trabajo artístico de la coreana se centra en los debates y las desigualdades sociales vinculadas a la arquitectura de principios de la modernidad, que, a su vez, se caracterizaba por la transparencia, la luminosidad y las formas orgánicas. Algo que, sin duda, intenta captar en sus obras mediante una técnica que deja entrever su complejidad. Espejos entrelazados, construidos y deconstruidos que evocan los flashes diarios de un entorno urbano donde se circula a alta velocidad y donde se admiran los rascacielos… A decir verdad, la artista busca y plasma el interés utópico que mueve al ser humano a través de la belleza fría y brillante del cristal. Movimiento y destellos que no deja indiferente a nadie, pues inmediatamente uno se siente identificado al verse reflejado; irremediablemente, forma parte de la obra.

El filósofo francés Jacques Lacan fue el primero en hipnotizar sobre la máxima fase del desarrollo humano en el que uno mismo se confronta y se implica, constantemente, con su propio reflejo. El estado del espejo del que habla Lacan es una experiencia simbólica del crecimiento y la formación de la personalidad. En el espejo somos conscientes de nosotros mismos. Revela un mundo interior único gracias a la combinación de las diferentes texturas y materiales que trata con una delicadeza exquisita, casi extrema durante todo el proceso y ejecución del mismo.

El trabajo singular de Bul le ha permitido exponer y representar a Corea del Sur alrededor de medio mundo, como en la Biennale di Venezia de 1999 donde pasó a convertirse en uno de los mayores referentes en el arte contemporáneo. Dicho trabajo, ya sea perfecto o imperfecto, crea un diálogo en torno a la escultura, la arquitectura y la tecnología, que logra aunar en cada una de sus obras, que son objetivas pero, contemporáneamente, están ligadas a la manera en la que se vive y se piensa.

Bul habla de la experiencia y del día a día. En una entrevista comentaba que: “Los proyectos utópicos del hombre fallarán seguramente. Pero aunque estemos destinados a fallar, no significa que nosotros, como seres humanos, debamos dejar de soñar. Tenemos que continuar intentándolo ¿no?” Y, eso es precisamente lo que intenta captar en cada uno de sus proyectos, la dicotomía de la contemporaneidad, visiblemente sencilla y compleja a la par, que obliga al visitante a enfrentarse con la perspectiva y el concepto arquitectónico casi laberíntico que brinda la oportunidad de recorrer el propio camino interior, ese en el que uno se busca intentando identificarse y reconocerse, al mismo tiempo que se origina un sin fin de posibilidades, de recorridos alternativos gracias a la composición de los múltiples espejos que utiliza en sus obras. Ese juego de luces y sombras que crea relata las vicisitudes cotidianas, cada fragmento de cristal representa el testimonio válido para una experiencia vivida o soñada.

La técnica mixta que emplea para cada una de sus piezas otorga un matiz genuino que las dota de un carácter único y fácilmente reconocible, así, aunque parezcan muy distantes entre sí están conectadas por las sensaciones que provocan las luces centelleantes. La misma Bul está convencida de que, “es más importante darle al público la oportunidad de llegar poco a poco, solos, a las propias interpretaciones y experiencias sin ser guiado por las intenciones del artista”. Es más, añade que, “suelo pensar que aquello que realmente creemos ser en realidad, es un reflejo de nosotros mismos que aceptamos sin vacilar. Me pregunto cómo los seres humanos se veían primero de tener un espejo delante de los ojos”.

Con todo, su obra se mueve entre la imaginación, los ideales, las frustraciones, las utopías y las distopías que representa como extensiones del mismo cuerpo, un cuerpo que personifica, en ocasiones, como Cyborg, tal y como se ha podido ver a lo largo de estos años con su serie Criaturas cibernéticas (1997-2011).

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INSPIRACIÓN

 Su trayectoria revela que la artista tiene su propia fuente de inspiración temática y formal como el cine, la literatura, la arquitectura o la historia –sociopolítica– tanto europea como la de su propio país, Corea del Sur, sin dejar de lado su propia historia personal. Crea así paisajes complejos –como anagramas–, propios del mundo cosmopolita y urbanita en el que vivimos. Digamos que construye y reproduce estructuras arquitectónicas imaginarias e imposibles, siempre haciendo referencia a sus conocimientos previos, como el arquitecto alemán Bruno Taut y sus estructuras estelares “Sternenbau” que recuerdan a pequeñas maquetas arquitectónicas o el escepticismo postmoderno de la metanarrativa en torno al discurso único y la idea de la universalidad como en su serie Mon grand récit de 2005, que recrea una topografía montañosa que alude a los rascacielos narrados por Hugh Ferris en su libro The Metropolis of Tomorrow (1929), todo al más puro estilo modernista que aparece en la Dolce Vita de Fellini, una sección transversal invertida de Santa Sofía o el recuerdo de la Torre de Tatlín.

Lee Bul pone en duda la naturaleza misma de los seres humanos y las nociones de sociedad ideal con el único propósito de llegar a los valores universales. Intenta trascender en la sociedad, tal y como la conocemos, tanto respecto al concepto de cuerpo humano que transgrede y convierte en “cyborgs” como en el concepto de sujeto como individuo que conforma la sociedad. ¿Realmente nos reconocemos en ella? ¿Somos el reflejo de lo que proyectamos? ¿Somos lo que vemos?

Lee Bul juega a crear anagramas, conjuga los espejos hasta crear algo nuevo y distinto, como podremos ver en el Espai d’Art Contemporani de Castelló a partir del próximo 12 de junio gracias a la exposición –itinerante– que está respaldada por la Fundación Corea, la Lehmann Maupin, la galería Thaddeaus Ropac y la PKM Gallery. Esta muestra representa la primera y última oportunidad de obtener una visión completa de ese proceso aquí. En ella se incluye y se vislumbra un idealismo humano que se ha gestado gracias a la cultura y la civilización. Sus obras hablan de todos nosotros, de política, de mujeres, y de avances tecnológicos. Sus instalaciones, que crecen y cobran mayor relevancia a partir de 1990, son un ejemplo de ello, como lo demuestran sus famosas esculturas femeninas, anteriormente mencionadas —Cyborg— de los años noventa ligadas a la política de género, la modernidad, la ciencia-ficción o el desarrollo tecnológico que alude a la vez a los iconos de la escultura clásica con ciertos toques románticos, seducción y ruinas ensambladas que brillan y conmueven al espectador entre el juego desconcertante de luces y sombras.

No debemos olvidar que la muestra también se acompaña de una publicación producida en colaboración con el Artsonje Center, de Seúl; el Musée d’Art Moderne GrandDuc Jean, de Luxemburgo; la IKON Gallery, de Birmingham; el Korean Cultural Centre UK, de Londres y el Musée d’art moderne et contemporain Saint-Étienne Métropole.

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